martes, marzo 24, 2009

Acertada, y felizmente descendí del “EL REINO DE LAS NUBES”




EL REINO DE LAS NUBES


El día amaneció grisáceo. En la superficie de la atmósfera flotaba un manto

de nubes, que cubría el cielo azul de mi ciudad.

CÚMULOS blancos, redondos… Estas nubes parecían estar enfadadas.

Mostraban su rostro triste, la frente fruncida, humedecidos los ojos, las

cejas hacia bajo, la boca cerrada… Eran arrastradas por unos infinitos

vientos. Después apareció majestuosamente un extenso velo blanquecino,

placentero… CIRROS tenues, de textura fina como hilatura de blanco

plumaje. Allá jugueteaban en latitudes inaccesibles de la atmósfera.

En mi imaginación parecían tomar vida miles de formas algodonosas,

cuerpos exóticos, personas, animales, arbustos, objetos…

Todas en el más perfecto de los encajes formaban un gran puzzle:

“EL REINO DE LAS NUBES”

Me sumergí en el “Reino de la nubes”, las cuales despertaron en mi una

gran curiosidad, y desde mi inquietante fantasía, decidí sin vacilar

ascender hacia ellas. ¿Me revelarían cosas escondidas? ¿lo secreto?

¿lo desconocido?. Y fui flotando de nube en nube..

Al llegar en la primera nube, deduce que se trataba de:

“LA NUBE MUSICAL”




En ella empezaron hacerse ranuras y entre sus algodones, salían por sus

oberturas, melodías naturales: el canto de las aves, el murmullo de las

aguas, el susurro de los vientos, el aleteo de las mariposas…

Mis pies inquietos, y a la vez muy acompasados, solfeaban una fascinante

melodía. Caminando, airosamente al compás de aquel ritmo musical,

acogedor, absorbente, llegué hacia la segunda nube, y me encontré delante

de una puerta, lLa abrí, y sin detenerme entré, y vi que era:

” LA NUBE DE LOS LIBROS”.

Estaba repleta de libros, todos meticulosamente ordenados en una gran

Biblioteca. Eran libros de cuentos. Allí estaban los más famosos y clásicos

cuentos de todo el mundo: Blanca nieves, Cenicienta, Barba Azul,

Pulgarcito, Caperucita Roja, La Bella durmiente del bosque, La Sirenita,

Alicia en el país de las maravillas, El libro de la selva… y con este último

deleité mi sagaz aventura.

Lanzada por mi vivaz tenacidad seguí mi camino. Tropecé con un

cariñoso objeto. Era una pelota, (juguete por excelencia). La pelota quiso

invitarme a jugar, y al arrojarla corrí tras ella. Sin lugar a duda, por mi

reflejo visual, me sentí capturada por:

” LA NUBE JUGUETONA”.

La tercera nube, muy juguetona, no podía ser otra que la nube de los




juguetes:

muñecas, soldados, bolos, coches, caballos, aviones, trenes… Todos los

juguetes unidos, me decían: ¿Vamos a jugar?

¡Que desbarajuste organizamos!, ¡Que jolgorio!, ¡Que fiesta!.

Todos presumían de ser los protagonistas. Recreados, divertidos y

entretenidos, olvidaban que debían recogerse y guardarse

cuidadosamente. Así nos lo recordó el hada, que volando sin saber como,

apareció en medio de nosotros. Llevaba un vestido azul, zapatos plateados,

y una larga cabellera rubia. Con su barita, formaba palabras. En ellas

se leía: sois magníficos, estupendos, admirables, muy queridos por todos

los niños, pero ahora hay que recogerse. Alejándose emprendió su vuelo.

Su barita desprendía virutas, purpurinas plateadas, como diminutas

estrellas, esparcidas por toda la nube, que a su vez formaban un

largísimo y brillante sendero.

Todo el dinamismo de la nube de los juguetes se detuvo: quietud,

descanso, silencio…

Aquellas diminutas estrellitas fueron mi guía. Por aquel sendero, llegué

donde estaba el hada del vestido azul, y cincuenta hadas más, en su

cortejo, con vestidos de gran colorido. Todas me saludaban con majestuosa

reverencia. Por unos instantes me sentí como si fuese una verdadera





princesa, en un lujoso palacio. Debajo del vestido del hada azul,

aparecieron dos duendecillos, que llevaban una blusa verde y unos

pantalones rojos. De sus manos desplegaron una banderola de color

blanco, en la cual se podía leer la palabra “ BONDAD”. Era la cuarta nube.

“LA NUBE DE LA BONDAD”.

Allí en las alturas, de pronto, me encontré metida en unas nubes pletoritas

de penachos.

Ausentes de mi observación, unos pasteleros, vestidos de blanco, y con

gorro, decoraban con gran maestría , la nube número cinco; ¡la más dulce!.

“ LA NUBE DE LAS GOLOSINAS “.

Con unos botes de pintura, y pinceles, pintaban de color de rosa, la nube,

recordándome a los algodones rosados y azucarados de la “FERIA”.

.Desde mi punto de vista, y por la perspectiva que ofrecía, contemplaba una

gran obra abstracta. Simulaban miles y miles de caramelos, golosinas,

chocolatinas, pasteles, merengues… envueltos con papel de celofán de

colores suaves: el salmón, el celeste, el amarillo… todos colgaban de unos

hilos. Muchos hilos, que eran movidos por los vientos; que a su vez,

balanceaban inquietas e ilusionadas marionetas de vivos colores.

¡Que dulzura!. Todo en perfecta armonía.

Yo como simple marioneta, me colgué de unos hilos, y llevada por los




vientos alcancé la sexta nube:

“ LA NUBE DE LA ALEGRIA”.

Miles de payasos, caras sonrientes, simpáticos y atractivos rostros llenos de

maquillaje, “pintarrajeados” de modo grotesco. Se mostraban graciosos, y

algo silenciosos. Su lenguaje era expresivo movimiento… cómicos,

divertidos danzarines, malabaristas, gimnastas, acróbatas incansables…

Manifestaban alegría, y en sus ojos jamás les vi lagrimear a causa del

dolor… En pocos segundos me regalaron un sin fin de carcajadas. Sin

dejar de ser yo misma, quise imitarles con sus movimientos gimnásticos,

y al hacer una simple voltereta, caí en una horrible nube:

“LA NUBE DE LA MALDAD”.

Era la nube número siete. El número siete, muy apreciado por mi, como un

buen número: Un número, sagrado en LA BIBLIA, lleno de vibraciones, y

sensibilidades. Los siete días de la semana, los siete colores del arco iris…

La nube número siete, fue inesperada.

Insectos horribles, genios malignos, hechiceros y brujas, me perseguían, me

empujaban, se burlaban de mi. Me sentí presa. Corrí a toda prisa, y ellos

todavía más. Llena de miedo, asustada por aquel insólito panorama, quise

acelerar mi salida, pero todo parecía inútil, inalcanzable…

De pronto un tobogán. Si, si es un tobogán. Subí apresuradamente.




Aquel tobogán, era arrastrado con gran resplandor, por un séquito de

espíritus celestes: Arcángeles, Querubines, Serafines… guiados por las

ráfagas de los vientos de aquella inmensidad.

Acertada, y felizmente descendí del

“EL REINO DE LAS NUBES”


AISALREP

Este es un poema de una amiga que le doy las gracias por dejármelo pones un saludo
Enrique ta de tu amiga Encarna

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